Para darte un mejor servicio, La Casa en el 115 se ha movido, ahora mismo vamos para allá...
¡Gracias Antville por el espacio facilitado!

Si tu browser no te lleva automáticamente en 5 segundos, da
click aquí para ir a la nueva dirección.

Bueno, la ausencia de escritura se debe a que el monitor de mi computadora casera se descompuso; desde el trabajo no puedo dedicarle mucho tiempo a esto de la cibervida por razones obvias y por lo tanto no había actualizado este sitio...... ya les contaré pronto en qué ha quedado la historia del monitor descompuesto y otros menesteres.

Mientras tanto, les dejo unas montañitas nevadas allí arriba, que es una imagen que tenía almacenada por ahí de cuando inicie este weblog, porque para variar, tampoco he podido modificar el encabezado con algún tema del mes de la patria en México, como lo tenía planeado..... grrrr...!!!

Vuelvan pronto.....

El sábado pasado fui de pesca; tomamos carretera acompañados por un aguacero que nos hizo pensar que todo se suspendería, pero no, a eso de las 7 de la mañana el sol comenzó a levantarse en el horizonte y fue el momento para que subiéramos a un par de lanchas y enfiláramos rumbo al mar. Para alguien como yo, que siempre ha vivido en la ciudad y que a pesar de tener el Golfo de México a una hora de casa pocas veces lo visita, la sensación es difícil de describir: al momento de hacer contacto con el mar, grandes olas chocando contra la frágil embarcación y mar adentro un movimiento eterno que marea al que no está acostumbrado a estar ahí. La luz del sol al amanecer le da al agua un color que me hizo recordar aquellos lugares cercanos a volcanes, ese tono gris tirando a metálico que se parece al malpaís, que no es más que lava seca... pero no, lo que veo es agua, por todos lados, sólo agua moviéndose rítmicamente, hasta parece algo sólido.

Los pescadores que nos dejaron subirnos a sus embarcaciones son pobres, sus lanchas con motor fuera de borda (de unos sesenta mil pesos, o seis mil dólares más o menos) es su única propiedad y las adquirieron con un crédito que pagarán en varios años. Usan anzuelos amarrados a hilo de nylon con sardina como carnada para atrapar petos, peces largos y de color gris con manchas verdes o azules, de unos seis kilos según pude verlos.

Atrapamos 15 petos en nuestra lancha, los comimos mas tarde, en tierra firme, en cebiche y fritos también; alcanzaron para todos y para traer a casa para la familia. La emoción de sentir que picaban en tu anzuelo es indescriptible y paga con creces las horas bajo el sol quemante. Ellos, los pescadores, viven de esto, pero aún así se emocionan, se les nota en los ojos.

Leía hoy una nota bastante interesante en La Jornada; ésta se refería a experimentos que desarrollan científicos estadounidenses en el llamado Programa de Investigación de Aurora Activa de Alta Frecuencia (High Frequency Active Auroral Research Program, HAARP), que de manera oficial busca mejorar las comunicaciones y los sistemas de vigilancia civil y militar. Lo impactante del caso es que según dicen algunos, la realidad es que con el programa se pretende elaborar un arma capaz de alterar el clima para provocar huracanes, inundaciones, terremotos y sequías, además de que sería capaz de alterar síquicamente a la población objeto. Por si fuera poco, podría bloquear radiocomunicaciones y sistemas de radares, alterar los equipos electrónicos de aviones, misiles y sistemas de seguimiento terrestre, causar averías en las redes de electricidad y en los ductos para gas y petróleo, entre otras monerías.
No tengo el afán de hacerle al Mulder o a la Scully, además de que no soy físico ni tengo los conocimientos necesarios para poner en duda la veracidad de la información de la nota, pero no puedo evitar pensar en los bombardeos nucleares de la Segunda Guerra Mundial, en los bombardeos “quirúrgicos” de la Guerra del Golfo o las "pequeñas" equivocaciones al matar inocentes en la búsqueda de Osama Bin Laden, es decir, no puedo dejar de pensar que los E.U., en caso de contar con una tecnología así, no se tentarán el corazón si necesitan utilizar un arma como la descrita en la nota de referencia. No es una cuestión de ser antiyanqui o proamericano, simplemente no puedo dejar de pensarlo.....

El primero de agosto se cumplió un aniversario más de la puesta en circulación de la primera estampilla postal mexicana, la cual se había ordenado imprimir por decreto del 21 de febrero de 1856 por el Presidente Ignacio Comonfort; esta estampilla presentaba a Miguel Hidalgo.

Me enteré un poco tarde, pero aún así me animé a escribir esta pequeña nota y a incluir en el encabezado de esta bitácora (y ahí se quedarán durante todo agosto), a un par de sellos postales de mi breve y desordenada colección: uno de 1996, conmemorando el centenario del cine mexicano, con valor facial de $1.80, y el otro sobre maquinaria agrícola de esa colección clásica de "México Exporta", con valor facial de mil, claro, de los viejos pesos.